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Sudán del Sur – Entienda el porqué del país estar en conflicto desde su independencia.



Sudán del Sur, la nación más joven del mundo, logró su independencia en el año de 2011 y, desde entonces, viene enfrentando dificultades en establecer la paz y controlar conflictos locales.

Anteriormente anexo a Sudán, el país con mayor extensión territorial de África, Sudán del Sur representaba uno de los principales extremos del conflicto sangriento que envolvía el lado sur y norte del territorio sudanés, configurando una de las mayores guerras civiles ya vistas, que azotó el país por más de 20 años. Desde su independencia en 1956, Sudán no consiguió llegar a un consenso en lo que respecta a la nueva reformulación del Estado, iniciando un conflicto interno basado en la polarización de los liderazgos políticos, rivalidad de facciones, divergencias étnicas y religiosas e intereses económicos.


Entre 1955 y 1972 se dio inicio a la primera fase de una de las guerras civiles más devastadoras del país, fundamentada, principalmente en la divergencia religiosa entre el Sur, que era principalmente cristiano y el Norte que era musulmán que buscaba la islamización del país. El conflicto generó la muerte de, aproximadamente, 500 millones de civiles y hasta hoy es considerado uno de los más devastadores de la historia del continente africano. Considerando que, desde la independencia, el Norte de Sudán quedó con más poder y riquezas, la resistencia del Sur al conflicto se basó en una búsqueda por mayor autonomía en el territorio y también en una retórica “antiimperialista”, pues consideraban el norte una extensión de la antigua colonización de Egipto y Reino Unido. El conflicto fue cesado con la firma del tratado de Adis Abeba en 1972, que le otorgó mayor autonomía al Sur con el establecimiento de una presidencia regional bajo órdenes del presidente nacional.


En 1983, se instauró la segunda fase de la guerra civil en Sudán, rompiendo totalmente con el tratado de Adis Abeba. El conflicto inició con la tentativa del norte de imponer la Sharia (sistemas de leyes del islam) en el Sur del país y, también, con el intento de redefinir las fronteras de la parte Sur autónoma para anexar territorios donde había sido descubierto petróleo. En 1983 también fue creado el Ejercito Popular de Liberación de Sudán (SPLA en inglés), movimiento guerrillero del Sur del país que tenía como objetivo luchar contra el gobierno de Sudán reivindicando la defensa de cuestiones religiosas y territoriales. La segunda fase del conflicto fue una de las más violentas del país y, en 1991, el SPLA llegó a tener más de 50.000 miembros combatientes. El reclutamiento del SPLA también encendió las alertas en toda la comunidad internacional con el reclutamiento de niños soldado – chicos con edad entre 12 y 18 años que combatieron en las filas de la guerra. Se estima que, hasta hoy, hay un esfuerzo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) para la liberación de los infantes en los campos de batalla sudaneses.


Después de 20 años de guerra, en 2005, el gobierno de Sudán sintió el impacto de su exilio internacional y las consecuencias devastadoras del conflicto en su territorio, dando entonces, inicio a las conversaciones con grupos rebeldes y la promulgación de una nueva Constitución. En este mismo año fue, finalmente, declarado el cese al fuego con la firma del Tratado de Naivasha, también conocido como Acuerdo de Paz (CPA en inglés). El CPA fue firmado entre los rebeldes del Sur y el gobierno de Sudán proyectando, además del final de la guerra, la formación de un gobierno interino en el Sur y un nuevo gobierno nacional, que resultó en la repartición del territorio, recursos y poder. Resultante del CPA, en 2011 fue establecida, oficialmente, la independencia de Sudán del Sur, teniendo Juba como su nueva capital, Salva Kirr como Presidente y Riek Machar como Vicepresidente.


A pesar de haber conquistado su autonomía, el escenario que Sudán del Sur enfrentó después de su independencia fue de extrema pobreza, problemas en las fronteras, falta de control del nuevo gobierno sobre la población, sistema de salud precario, hambre y problemas económicos fundamentados, principalmente, en la disputa por petróleo. La dificultad de establecer una nueva estructura de poder concisa generó una serie de nuevos conflictos en el ejército y en el SPLA – que lideró el periodo de transición del gobierno y asumió el poder. El presidente Salva Kirr enfrentó enormes dificultades en administrar los objetivos del SPLA y la integración de antiguos milicianos, haciendo surgir inquietudes dentro del partido y protestas. El descontento con la capacidad de Salvar Kirr de gerenciar las crisis y lidiar con la precariedad en el que se encontraba el país hizo con que muchos líderes comenzasen a apoyar a su vicepresidente, Riek Machar, quien hizo que el presidente, temiendo una amenaza mayor, despidiese su vicepresidente y lo despojase de sus poderes en 2013. La actitud de Kirr aumentó su impopularidad, formando una nueva coalición dentro del SPLA y una polarización en la cual, en un lado se encontraba el residente y en el otro su antiguo vicepresidente.


Kirr y Machar hacían parte de diferentes etnias sudanesas – Kirr es de la étnia Dinka y Machar es de la étnia Nuer¸ esto hizo que aumentaran, todavía más, las divergencias y se instaurase un nuevo conflicto en el país, que generó más una serie de muertes, intentos de golpes de Estado y violaciones de derechos humanos. Entre ellas: asesinatos, secuestros, violaciones y tortura. En 2015 fue enviada una misión de la ONU para investigar los crímenes de guerra, intentar establecer la paz y proteger a los civiles. Bajo presión internacional y nacional, en 2016 Kirr invitó a Machar nuevamente para darle el puesto de vicepresidente, sin embargo, no fue una medida efectiva para la resolución del conflicto, dado que las partes no se reconciliaron y sus aliados continuaran con su embate.


Después de innumerables intentos fallidos de restablecer la paz, en 2018 fue firmado el Acuerdo Revitalizado sobre la Resolución del Conflicto en Sudán del Sur (R-ARCSS), con la intención de establecer una descentralización de poder, tratar asuntos relacionados a la seguridad, reconciliación, justicia, y el establecimiento de elecciones después de tres años con un gobierno de transición. No obstante, una serie de grupos guerrilleros no firmaron el acuerdo o hicieron salvedades, dificultando su implementación. Desde 2020 hasta la actualidad, una serie de conflictos volvieron a azotar el país, involucrando diferentes grupos organizados, étnicos, religiosos y políticos. Las motivaciones de estos grupos continúan siendo la baja representatividad, desconfianza política, disputa de recursos, insatisfacción y, muchas veces, venganza.


La gravedad del conflicto actual se da por la gran militarización de estos grupos, que, muchas veces, son financiados por élites sudanesas u obtienen material bélico suministrado por otros países. La salud precaria en zonas remotas, la violencia y el hambre causan un desplazamiento constante de la población. La agencia de la ONU para refugiados (ACNUR) estima que, en 2023, existen en torno de 2 millones de desplazados internos y 2 millones de refugiados sudsudaneses. Entre los desplazados hay niños y niñas que cruzan el país solos y mueren por desnutrición, violencia o falta de asistencia médica para enfermedades leves que podrían ser tratadas, haciendo con que muchos no lleguen a una edad adulta. De acuerdo con la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, Sudán del Sur está entre las 10 crisis más preocupantes de 2023, siendo un genocidio sin un pronóstico de solución.


Traductor: Jimmy Alejandro González Carvajal



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